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La tasa de morbilidad
hospitalaria más alta en 2010 por diabetes insulinodependiente (Tipo I) se
concentra en la población de 70 a 79 años (17 por cada 100 mil de ese grupo de
edad) y, para la diabetes no insulinodependiente (Tipo II) en la población de
75 a 79 años, afectando a 701 por cada 100 mil del mismo grupo de edad.
La incidencia más
alta de diabetes gestacional para 2010 se presenta entre las mujeres de 24 a 44
años (19.91 por cada 100 mil mujeres).
En 2010, por cada diez
personas de 80 años y más de edad hospitalizadas por diabetes mellitus, fallece
una.
El Distrito Federal
presenta la tasa de mortalidad observada más alta del país durante 2010 por
diabetes (104 casos por cada 100 mil habitantes) y la más baja, Quintana Roo
(42 casos por cada 100 mil).
En 1921, Nicolae Paulescu logró
sintetizar una hormona pancreática que hacía disminuir los niveles de glucosa
en los perros pancreatomizados, al igual que en perros sanos, publicó sus
hallazgos denominando a la sustancia como pancreína; sin embargo, a consecuencia
del inicio de la Primera Guerra Mundial tuvo que dejar sus investigaciones.
El 5 de febrero de 1922 Frederick Banting y Charles H. Best, en un
artículo detallan los mismos hallazgos encontrados por Paulescu y reportan que
el compuesto al ser inyectado tenía efectos negativos como fiebre y abscesos en
los pacientes; con ayuda del bioquímico James Collip, trabajan otro compuesto
pancreático más limpio, logrando una mejoría significativa en la población
atendida (Carrillo, Carrillo, Carrillo, 2008; de Leiva, Brugués y de
Leiva-Pérez, 2011).
Antes del
descubrimiento de la insulina utilizable en humanos, un diagnóstico de diabetes
era prácticamente una sentencia de muerte. Con su descubrimiento, por ejemplo,
la esperanza de vida de un niño diagnosticado a los 10 años aumentó a 36 años
(de Leiva, Brugués y de Leiva-Pérez, 2011). Noventa años después, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que aproximadamente 347 millones
de personas padecen diabetes en el mundo, mientras que la Federación
Internacional de la Diabetes (IDF, por sus siglas en inglés) estima que en 2011,
dicho número asciende a 366 millones y proyecta que para 2030 será de 552
millones de personas.
Mientras que hace 90 años, la mayoría de los pacientes con diabetes era
insulinodependientes (Tipo I), actualmente es mayor el número de personas que
padece diabetes Tipo II, lo que resulta preocupante pues el inicio de la misma se
puede relacionar a factores congénitos y estilos de vida de la población. De acuerdo con la IDF (2011), 80% de las personas con esta
enfermedad viven en países de ingresos bajos y medios. En este sentido, con el
objetivo de sensibilizar a la población mexicana sobre la importancia del
cuidado de su salud, el Instituto Nacional
de Estadística y Geografía presenta un panorama general
sobre la situación actual de la diabetes en México, en el marco del Día Mundial
de la Diabetes que estableció Naciones Unidas en 2006, para conmemorar el nacimiento de
Frederick Banting,
MORBILIDAD
La diabetes es una
enfermedad crónico degenerativa, porque tiende a progresar con el tiempo y no
es curable. Sus síntomas incluyen sed, hambre, ganas constantes de orinar,
cansancio y pérdida de peso; una vez que se ha realizado el diagnostico (por
medio de una sencilla prueba de sangre), una de las primeras acciones es apoyar
al paciente con medicamentos, cambio de estilo de vida y dieta.
Para lograr una atención
efectiva se requiere de la intervención multidisciplinaria; además del médico, es
importante contar con un nutriólogo para establecer una dieta adecuada; un
psicólogo médico conductual, quien ayudará al afrontamiento de la enfermedad, a
fomentar la adherencia y a controlar las emociones relacionadas con la pérdida
de la salud; un endocrinólogo, para dar seguimiento de manera adecuada y evitar
complicaciones; y un algólogo, para manejar el dolor en caso de existir complicaciones
neuropáticas o molestias crónicas. Estos especialistas son el equipo básico que
se requiere para trabajar directamente con el paciente, con el fin de lograr
los cambios necesarios y disminuir complicaciones, que implican costos tanto
para él, como para las instituciones de salud.
La diabetes tiene una
dinámica propia en cada grupo etario, durante 2010, el grupo de población con
mayor egreso hospitalario por diabetes es el de 75 a 79 años, afectando
principalmente a las mujeres (897 hombres y 983 mujeres por cada 100 mil
personas del mismo grupo de edad). Resulta preocupante que la morbilidad
hospitalaria se incrementa conforme avanza la edad, alcanzando la variación
para algunos grupos de edad casi el doble; por ejemplo, entre la población de
35 a 39 años, salen del hospital por diabetes 59 de cada 100 mil personas; entre
los 40 a 44 años son 109 y en la población de 45 a 49 años, 205 personas.
La
obesidad, se encuentra entre los principales factores de riesgo que incrementa
la probabilidad de padecer diabetes. De acuerdo, con la Organización
Panamericana de la Salud (2012, ¶ 1), en América entre “el 7% y 12% de los
niños menores de 5 años y una quinta parte de los adolescentes son obesos,
mientras que en los adultos se aproximan al 60%”, por lo que es importante
generar políticas de atención para la reducción de la obesidad en la población
mexicana.
Al respecto, uno de
los principales aspectos que se debe incluir en la educación para la salud es
el manejo de una dieta adecuada, ya que esta se ha visto impactada por los
cambios en la dinámica de vida de la población como la urbanización, estilos de
vida y patrones alimenticios, que ha generado un mayor consumo de alimentos
ricos en colesterol, grasas saturadas, azucares y sodio. Además, nuestro país está
asumiendo patrones de mayor consumo de alimentos de cadenas multinacionales,
comida rápida y saturada en azucares y almidones; si bien este tipo de comida
todavía no llega a toda la población mexicana, se observa que los niveles de obesidad
son más altos en la población de nivel socioeconómico
bajo (Fausto, Valdez, Aldrete y López, 2006), por lo que resulta necesario impulsar acciones
para controlarla, siendo la educación el factor clave en la prevención.
La diabetes Tipo I es
común en la gente joven, y se presenta cuando el cuerpo deja de producir
insulina; en la Tipo II, la insulina que se produce no se utiliza de manera
adecuada o bien es defectuosa, y como se mencionó se asocia con el sobrepeso,
sedentarismo y herencia. Durante 2010, la morbilidad hospitalaria por diabetes Tipo
I es mayor en la población joven, invirtiéndose este comportamiento a partir de
los 25 años, en donde el egreso se debe en su mayoría a la diabetes Tipo II.
Mientras la tasa de morbilidad hospitalaria más alta por diabetes
insulinodependiente (Tipo I) se concentra en la población de 70 a 79 años (17
personas por cada 100 mil de ese grupo de edad), para la diabetes no
insulinodependiente (Tipo II) se presenta en la población de 75 a 79 años,
afectando a 701 personas por cada 100 mil del mismo grupo de edad.
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