jueves, 22 de noviembre de 2012

INICIATIVA PARA QUITAR LOS DE "ESTADOS UNIDOS", Y QUE EL PAIS SEA SOLO MEXICO


       Los he convocado, el día de hoy, para comunicarles que, en ejercicio de las atribuciones de Presidente de la República, estaré presentando al Congreso de la Unión una iniciativa con proyecto de Decreto que modificaría la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
             Es un asunto que si bien no tiene el sentido de urgencia de otras reformas que debe analizar el Congreso, sí tiene importancia relevante. De manera tal, que es mi convicción que debe ponerse a consideración del Constituyente Permanente por el Presidente.
            Se trata de una iniciativa que busca reformar todas aquellas disposiciones constitucionales que hacen referencia a la denominación actual de nuestro país, con el propósito de cambiar su nombre oficial de Estados Unidos Mexicanos a México.
             Es un asunto de la mayor importancia porque el nombre de un país expresa una relación simbólica con todo aquello que designa; con su gente, con sus orígenes, con su cultura, con sus costumbres y, sobre todo, con su identidad.
             En nuestro caso, la palabra México nos remite a nuestras raíces indígenas, a los antiguos mexicas que orgullosamente se reconocían con ese nombre único y tanto el Códice Mendocino como el Códice Ramírez, ambos del Siglo XVI, se referían ya a México como el lugar de los mexicanos.
             En este gran pueblo, los mexicanos nos reconocemos y nos identificamos. Los Mexicas fueron el pueblo que construyó la Gran Tenochtitlan y dejó su influencia, su arte, su cosmogonía, su lengua, en una gran parte de Mesoamérica.
             Cuando nuestro país se independizó de España, a principios del XIX, surgieron diversas propuestas para un nombre oficial, entre ellas: América Septentrional de Morelos, América Mexicana, Imperio Mexicano, Nación Mexicana, Anáhuac, República de los Estados de Anáhuac, República de México, México, República Mexicana y Estados Unidos Mexicanos.
             Finalmente, el Constituyente de 1824 decidió nombrar a nuestro país: Estados Unidos Mexicanos. Pero es importante mencionar que, en la consideración del Constituyente de 24, Estados Unidos Mexicanos fue el nombre que recibió nuestro país, teniendo como paradigma a los Estados Unidos de América, que en esos momentos eran, en opinión de algunos Constituyentes, el ejemplo de democracia y libertad a seguir, para las nacientes Repúblicas del Continente.
             Así, el nombre de nuestro país llevaba, también, incorporada una visión de cuál debía ser nuestra organización política y administrativa, y a quién debíamos seguir.
             Ese nombre, en cuanto a la organización política y administrativa, ha cumplido sobradamente su objetivo. México es, indefectiblemente, una Federación. México es la suma de estados libres y soberanos, que juntos se labran un destino común.
             México, a 200 años de su Independencia, es una Nación libre, única y soberana. Y, sobre todo, una Nación con identidad, cultura, historia y proyecto propio. 
México es, también, indefectiblemente, una República que se ha dotado de un régimen político en el que hay una sana y respetuosa división de Poderes entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
             Federalismo o Centralismo hace mucho que dejó de ser un debate, como tampoco lo es el de ser una República u otro régimen distinto de República. El nombre de nuestro país ya no tiene por qué seguir emulando al de otras naciones, como lo hizo en el Siglo XIX, por las razones consideradas por los Constituyentes de entonces.
             Por otra parte, los mexicanos aquí, en México y en cualquier parte del mundo que nos encontremos, nos referimos a la Patria como México. Así, nada más. Así de sonoro y así de hermoso es el nombre de nuestro gran país.
             La referencia a los Estados Unidos Mexicanos se ha reducido por la práctica y, quizá, por la sabiduría popular, a los documentos oficiales y a ciertos actos protocolarios nada más.
             Es tiempo de que los mexicanos retomemos la belleza y sencillez del nombre de nuestra Patria: México. Un nombre que coreamos, que cantamos, que nos alegra, que nos identifica, que nos hace llenarnos de orgullo.
             Un nombre presente en cada celebración cívica, histórica, deportiva. Un nombre que nos identifica aquí y en todo el mundo, y que nos llena de orgullo. Un nombre que amamos desde pequeños y se ensalza, cada día, en nuestras escuelas y en los centros de trabajo.
             La palabra México tiene un sentido extenso y profundo, siempre inagotable en tanto que se renueva y que coincide de manera más pertinente con el concepto que los mexicanos tenemos de nuestro país.
             Nombrarlo, nombrar al nuestro como México, va más allá de hacer referencia a conceptos de carácter político o geográfico. Penetra el nombre en la esencia del país que es, al fin y al cabo, resultado de una historia individual y colectiva de quienes lo habitamos.
             Más allá del contenido simbólico e inagotable de la palabra México, es conveniente enfatizar el significado más sencillo de esta palabra; la voz que designa el lugar de los mexicanos, hecho que nos confiere un sentido de pertenencia a este territorio, al tiempo que hace a éste, posesión nuestra.

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