Dicen los que saben que lo que hemos visto apenas es el comienzo de la película, que viene lo mejor y que la transformación de México que impulsa el presidente Enrique Peña Nieto ya no se detendrá: vienen más reformas y sorpresas e inevitablemente los ajustes en el equipo de trabajo y en los gobiernos estatales que no logran la tonada.
Visión, inteligencia y fuerza de voluntad han sido las notas dominantes en el éxito de los primeros cuatro meses del presidente Enrique Peña Nieto. La apretada lista de los principales logros habla por sí misma:
1. El consenso entre las distintas fuerzas políticas. 2. El diseño y la firma del Pacto por México.
3. La Reforma Laboral. 4. La Reforma Educativa. 5. El Plan Nacional de Vivienda.
6. El rescate de la Rectoría del Estado. 7. La detención de Elba Esther Gordillo. 8. La recuperación del liderazgo de México en el exterior. 9. La consulta ciudadana del Plan Nacional de Desarrollo. 10. La reforma de telecomunicaciones.
Los que lo conocen de cerca afirman que entre las virtudes de Peña Nieto destacan que sabe escuchar, aterriza las cosas y se rodea de gente muy experimentada.
A toro pasado, era comprensible diagnosticar que para los dos anteriores presidentes panistas, el principal obstáculo que enfrentaron lo constituyó el Congreso; no pudieron, no quisieron, no le dieron importancia o no supieron cómo lograr las mayorías que requerían para aprobar sus posibles reformas.
Al concluir la elección del domingo 1o. de julio pasado, Peña Nieto y su equipo de campaña tuvieron que digerir un hecho inesperado: contra las expectativas la coalición PRI-Partido Verde no obtuvo la mayoría en ninguna de las Cámaras. Entonces el sexenio de Peña Nieto enfrentaría el mismo obstáculo: el Congreso; hubiese sido otro sexenio de atonía.
No se trata de un asunto menor si volteamos a la casa del vecino del norte, en donde el presidente Barack Obama en cuatro años no ha logrado el apoyo de su Congreso, tanto para sus reformas como para aprobar su presupuesto. ¡Obama está verdaderamente frito! Afirman los analistas.
Ahora bien, con el diagnóstico en la mano, para Peña Nieto todo lo demás fue cuestión de instrumentar y aterrizar los acuerdos, contando para ello con operadores políticos de espolón duro y colmillo retorcido, que saben planchar igual o mejor que los chinos.
Aceptó la iniciativa del PRD de trabajar en un Pacto por México y antes de tomar posesión impulsó la reforma laboral. No hubo titubeos. Se abrió una brecha de oportunidad y la aprovechó.
En ese sentido, hay que reconocer que Peña Nieto ha dado muestras suficientes de que va no solo por las reformas, sino por la transformación de México y no teme las alianzas, ni los sobresaltos, ni a las patrañas de los enemigos de la democracia y cumplirá su promesa: No vengo para administrar, vengo a transformar.
Veremos, dijo un ciego.
Enriqueta Vargas Herrera
Profesora de la UNAM
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