Ubaldo Alvarez Melchor.
LIBERTAD DE PRESION.
El Estado soy yo.
LUIS XIV de Francia.
No es la primera vez que funcionarios poderosos golpean la libertad de expresión para satisfacer sus intereses mediáticos.
El monumento a esta actitud torpe del poder es sin duda alguna el "Excelsiorazo", aquel enfrentamiento entre Luis Echeverría y todo el poder del Estado contra Julio Scherer y su equipo de periodistas e intelectuales que habían ubicado a "Excélsior" como el núimero uno en idioma español y entre los primeros 20 mejores diarios del mundo.
La aventura efectuada en complicidad con Regino Dìaz Redondo y cooperativistas esquiroles, si no traidores, fracasó estripitosamente y Echeverrìa, que ya venía manchado de sangre por la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlaltelolco y el Jueves de Corpus, el 10 de junio de 1971, pasó a la historia como genocida y represor. Díaz Redondo fue echado a patadas de "Excélsior" décadas después, pero el diario jamás recuperó su antiguo prestigio.
No podìa faltar el neoliberalismo-yunquismo a esta obsesión compulsiva de intentar acallar a periodistas incómodos cuando difunden informaciones que "dañan la imagen institucional", según el cristal con que se mira en Los Pinos. Carmen Aristegui ha perdido un valioso espacio en los medios electrónicos, pero ha ganado en credibilidad y prestigio. A los empecinados voceros gubernamentales empeñados en hacernos creer la santa inocencia de su jefe, les han tronado los "cuetes" en la mano. Un escándalo más; una rayita más al tigre de papel del panismo.
Regresamos en este breve recuento a la época de oro del capitalismo salvaje. Luego de la aprehensión del líder moral del Sindicato Petrolero, en un operativo atentatorio a todos los príncipios éticos y violatorio de la ley, el periodista Guillermo Ochoa se atrevió a transmitir una entrevista con Joaquín Hernández Galicia; en cuestión de horas, sin miramientos le cortaron la cabeza y su periodismo de buenas intenciones quedó fuera de las ondas hertzianas.
La represión periodística no es distintivo de niguna ideología; su raíz está arraigada aprofundamente en deficiencias psicológicas de los protagonistas, que tienen que ver con su ego y con la ambición desmedida de poder. Por lo general los hombres -y mujeres- del poder manejan un doble discurso: abiertamente el respeto irrestricto a la libertad de expresión y recientemente hasta la protección y defensa de los periodistas; y en lo oscurito, acciones inconfesables que pueden tenergraves consecuencias: desde silenciar una voz crítica hasta atentar contra la integridad física del comunicador, como sucede en la actualidad.
El neoliberalismo -a punto de dejar Los Pinos- nos ha obsequiado no sólo con el enriquecimiento de unos cuantos y la miseria de millones; la destrucción del Estado y de la planta productiva, sino también con el uso de medios extremos para consolidar su poder. Fue un tecnócrata quien inauguró esta praxis del terror, Miguel de la Madrid, pues un funcionario que estuvo bajo sus órdenes directas, paga en la cárcel por el asesinato de Manuel Buendía Téllezgirón (30 de mayo de 1984), durante el éxtasis del presidente "modernizador".
Ante este y otros crímenes, lo de Aristegui es pecata minuta y la libertad de expresión gana más de lo que pierde, pues ahora, pese a las poses al estilo de Luis XIV, hay innumerables medios para hacer llegar la verdad, prácticamente a todos.
uamtalibÿhotmail.com
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