miércoles, 29 de agosto de 2012

EN LA CIMA DE LA INMUNDICIA


Reportaje
Atribuido a una “tradición familiar” por las autoridades municipales, el oficio de pepenador se ha vuelto la opción para muchos de quienes llegaron a Cancún con el sueño de trabajar en los lujosos mármoles de lujosos hoteles

Por Silvina Brizuela / Luces del Siglo
Se autoriza reproducción con crédito a la Revista y autora

Cancún, Qna. Roo., a 29 de agosto de 2012

Es la hora del desayuno en todo Cancún. Entre enjambres de moscas y montículos hediondos de desechos, separados del resto de los pepenadores, comen unos tacos de guisado Karina, Valentín y Josué. 

El sol castiga y el viento arrastra un olor agrio que revuelve las tripas. Es un día cualquiera en el relleno sanitario, donde medio centenar de personas revuelve la montaña de sobras de los ricos o de los que son un poco menos pobres que ellos, para conseguir el pan de cada día. 

En México existen doscientas mil personas que se dedican a la recolección y reciclaje de basura como medio de subsistencia; según estudios de Mundo Sustentable, actualmente se recicla sólo el 15% de los residuos y casi todo proviene de lo que juntan los pepenadores. 

Tres historias: 

- Un muchacho delgado que se hace llamar Karina llegó desde Chiapas con un sueño: trabajar en la Zona Hotelera de Cancún. Tres años después, su sueño duerme bajo una inmensa pila de basura que todos los días escarba para ganar su sustento.

- Valentín es oriundo de Chihuahua. Allí quedaron su esposa y su hija de ocho años. Cada quincena envía a su familia cada centavo que puede juntar. Nunca les contó cuál es su trabajo. 

- Josué tiene dos oficios: albañil y pintor. Su esposa trabaja en una tienda comercial en el centro de Cancún y tiene una hija que cursa el segundo de primaria. La familia de su esposa lo hace a menos. Sueña con salir de la basura y volver a la construcción. 

Para Karina el día comienza muy temprano; a las siete de la mañana ya está en el relleno sanitario y termina alrededor de las tres de la tarde. “Desde temprano van llegando los camiones y tiran todo el material, después pasa la maquina y uno va recogiendo lo que sirve”, dice mientras desayuna. 

- ¿Alguna vez encontraste algo de valor?-, le pregunta la reportera.

- Ay… yo quisiera encontrar eso, pero no! A veces se encuentran cosas que se puedan usar, como ropa o zapatos, otras personas recogen esas cosas, pero yo me concentro en el material que se vende-, dice Karina desangelada. 

-¿Qué es lo que más se junta?

- Plástico duro y pet. 

- ¿Una persona cuánto puede juntar en general? ¿Cuantos kilos?

- Hay días en que no se junta nada, y los otros días, umm no sabría decirte. 

- Bueno, un aproximado, 50 kilos, 100 kilos…

- umm no sabría decirte…

Valentín habla mientras juega con un cochinito de plástico que acaba de encontrar, quizás piensa llevárselo a su hija. “Ese lo está guardando para diciembre”, comenta Josué y rompe el hielo que da lugar a la plática. 

Con la mirada esquiva, Valentín comenta que buscó trabajo durante un buen tiempo, pero nada salía, entonces un amigo lo invitó a trabajar en el basurero y el accedió, pensando que sería una solución temporal, le urgía mandar dinero a su esposa. Pasó año y medio desde ése día. 

-¿Qué recuerdas de ese primer día?

Valentín no los piensa para responder:

- Qué todo me daba asco. No sabía nada todavía, ni por dónde empezar. Vinimos con un amigo directamente aquí porque en la ciudad no lo dejan a uno. Recolecté, pero no saqué mucho. 

- Josué, tienes un nombre bíblico…

- Un nombre bíblico, gracias a Dios, responde de inmediato el tercero. 

-¿Cuánto tiempo llevas aquí Josué?

- Tengo cinco meses aquí, pero este trabajo no era lo que esperaba. Yo tengo oficios: soy albañil y pintor, pero no se consigue, o haces un trabajo y te quedan a deber, pagan la mitad y luego ya no te pagan. Por lo menos aquí algo sacamos. Empezando no haces ni 50 pesos en el día, pero poco a poco vas agarrando el ritmo.

El albañil devenido en pepenador cuenta que la familia de su mujer le reclama que ya no pueda darle buen dinero a su esposa, “antes por semana le daba buen dinero, pero ahora poco le puedo dar, y con una niña en la escuela... Ella trabaja bien, en una tienda grande. La suegra a veces te quiere rebajar, pero a ver qué día abandonamos éste lugarcito”. 

- ¿Que es lo más duro de este trabajo?

- Es muy difícil soportar esto, sobretodo los primeros días. No es pesado, pero la suciedad es algo difícil de soportar. Y cuando llueve es peor, los olores, por eso hay gente que viene uno o dos días y no aguanta. 

Valentín coincide con Josué: el aspecto más difícil, lo que más le ha costado, es lidiar con la mugre. “Cuando entras todo te da asco, después te acostumbras, ni modo, tengo una niña de ocho años y tengo que mandar dinero”.

Karina no se preocupa por el qué dirán: “Estoy sola aquí, no tengo a quien darle explicaciones”, dice sonriente. 

Pregunta incómoda. Cuando la reportera quiso saber cuánto puede ganar un pepenador en un buen día, se produjo el silencio que antes había provocado la pregunta sobre la cantidad de kilos que junta cada uno. 

En aquella montaña apocalíptica parece que son preguntas con respuestas prohibidas o ignoradas. Estas personas que arriesgan su integridad física y su salud desconocen en base a qué se calcula su magro jornal.

Valentín dice que no sabe, que las mismas personas que recogen el material lo pesan, pero no saben cuánto sacan diario. 

Karina mira de reojo a su supervisor y responde: “No podría decirle porque a veces me voy temprano…como setescientos por semana. 

Una vida pepenando. “La vida de un pepenador en el relleno sanitario realmente es lo más controvertida y crítica que puede tener una persona”, define Don Luna, quien es pepenador desde el año 1988 y reside en la zona del actual relleno sanitario.

- ¿Cómo fue su vida con este trabajo?

- Un pepenador está en constante insalubridad, corre riesgo como lo que tengo yo, manchas, contagios de los productos que tienen los líquidos de la basura, y encima, ahora los que tienen la concesión pagan una miseria a los recolectores. Pagan 1.20 el kilo, ellos lo venden a 3.20 a 3.50, además sufren maltratos. Yo estuve 4 meses en este relleno, yo junté un grupo de 28 gentes y yo vendía lo que se recolectaba y les pagaba a ellos, claro que mucho más que lo que pagan ahora, pero por eso me corrieron. 

- ¿Cómo empezó a pepenar?

- Empecé a pepenar después del huracán Gilberto, iba a la playa y juntaba latas, bolsas y las vendía en forma particular, luego ya no permitieron hacerlo, yo entiendo que es por el turismo, pero a la vez, de esa forma se mantenían limpias las playas. Después seguí haciéndolo por las calles, que es más limpio, es más salubre y ahorita es lo que estoy haciendo, yo en mi triciclo, levanto entre 60 y 70 kilos y lo vendo en las recicladoras. Me pagan 2, 50 y a 3,00 pesos el kilo. 

- ¿Alguna vez encontró algo valioso?

- Quizás algún celular que tiran, alguna cadenita de plata, pero realmente de mucho valor nada. 

- ¿Usted estudió?

- La primaria y cuando estuve en el Ejército hice el secundario. 
 
- ¿Cuántos hijos tuvo?

- Cinco. Ya todos están grandes, yo vivo solo. Gracias a Dios ninguno de mis hijos es pepenador, pude darles estudio y todos trabajan. Uno siempre quiere que los hijos vivan mejor que uno, que lleguen más lejos. Aunque éste es un trabajo honrado, peor es andar delinquiendo por ahí. 

- ¿Cuánto puede recolectar una persona diario?

- Hay pepenadores muy buenos que se recogen 200 kilos, 250 kilos diarios, pero es una matada. Un promedio sería 150 kilos. Nosotros sabemos porque sacábamos lo recolectado y lo vendíamos por nuestra cuenta, pero ya no nos permiten, eso no les conviene. Hay muchos intereses. 

Guía oficial. “Estamos parados y aquí abajo hay un mundo de basura”, grafica Antonio Ávila, coordinador de SIRESOL, quien oficia de “guía” en la visita de Luces del Siglo al relleno sanitario, que en pocos meses estará clausurado. 

- ¿Cuándo llega el momento que se dice… ya está a ésta montaña de basura?

- Se puede llegar hasta el cielo, pero conforme va creciendo hacia arriba se va haciendo más complicada la operación. La idea es terminar la actividad aquí en diciembre y comenzar en el nuevo terreno destinado para tal fin, lo que será ya no un relleno sanitario, sino un parque de tecnologías. 

- ¿Y qué pasa con la montaña que queda?
 
- Luego se reforesta, se plantan arbolitos para integrar este espacio a la naturaleza y se aprovecha el biogás.

Ávila describe la operatividad y el tratamiento de la basura como si fuera un trabajo del primer mundo, lejos, muy lejos de los testimonios de los vecinos que sufren calladamente la tragedia de vivir junto a un gigante que expele líquidos nauseabundos hacia sus pozos de aguas, quienes sufren los olores fétidos día y noche y aseguran que el aprovechamiento del biogás en el relleno Norte es una mentira.

Según el coordinador de SIRESOL, con las nuevas disposiciones se puso orden sobre muchos aspectos, por ejemplo, el tema de la entrada. “Antes entraba cualquiera y eso generaba problemas, descontrol, algunos tomaban, se drogaban, ahora si no estás autorizado no pasas. Además, se puso orden en la báscula porque había muchas fugas, pero ya se ajustó”, asegura.

Durante la tarde llegan los camiones de la empresa “Y dijo mi mamá que siempre no” que ganó la licitación para comprar el material a la pepena, propiedad del abogado Gabino-Andrade, según el coordinador de Siresol en el relleno, que detalla que los materiales se pesan a la entrada y de esa forma se sabe cuánto material reciclable sale del basurero; pero resultó un misterio saber cómo pesan los pepenadores el material de su recolección personal, porque en la cima de la montaña, donde se carga la jaula (como le llaman a estos vehículos) no hay balanza, así que el cálculo de los kilos que junta cada trabajador, y que sirve para el registro que devengará en su pago semanal, se hace a “ojo de buen cubero”. 

El grave problema social que evidencia las condiciones laborales de éstas personas y las historias de sus vidas, es imposible de ocultar y duele, aunque los coordinadores de SIRESOL denominen al insalubre y mal pagado trabajo de recolección de basura una “tradición familiar”. “Aquí llegan abuelitos, hijos, nietos de pepenadores, que van “heredando” la actividad, eso sí, todos mayores de edad”, aseguran los funcionarios.

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