martes, 16 de abril de 2013

Duarte y Gina: del caso Danell al caso Regina


 * Mónica Robles y Renato Tronco, dos ecolocos por la diputación  * Los postula el PVEM, porque el priismo los repudia  * Con alcohol adiestra el marcelismo a sus operadores * Los sapos y la garrapata  * Juan Manuel Bernal por el PRD  * Silvia Rodríguez, la espía del C-4 en el IEV
 MUSSIO CARDENAS ARELLANO
11 de abril de 2013
 Fresca en la memoria su batida contra periodistas “incómodos” cuando despuntaba el sexenio, Javier Duarte de Ochoa lleva dos años tirándole a todo y pegándole a nada, simulando que protege al gremio de la prensa, acosando y hostigando, reprimiendo a las voces críticas y finalmente empecinado en encubrir a los asesinos de Regina Martínez Pérez, la corresponsal de la revista Proceso.
Metido en un berejenal de los mil diablos, el gobernador de Veracruz no terminaba de sortear el escándalo por ostentar el inmerecido galardón, el “chayopremio”, que le otorgara la Asociación Mexicana de Editores de Periódicos por su supuesta protección a los comunicadores, cuando ya se había enredado en una escaramuza con la prensa crítica, pues lo suyo, lo suyo, es la mordaza.
Verónica Danell, conductora de noticias de Megacable, es su nueva víctima, cuyo cese llegó envuelto en la versión de que la vocera del gobernador, doña María Gina Domínguez Colío, tomó el teléfono, reclamó que la periodista hubiera difundido el video en que el Presidente Enrique Peña Nieto incurre en la pifia de confundir la capital de Veracruz, y exigió su renuncia a la voz de ya.
Doña Tirana —lanza la piedra y esconde la mano— dice que en ese affaire ella tiene la conciencia limpia, aunque todos sabemos que el alma la tiene negra. Y que no es política del gobierno de Veracruz andar metiendo las narices en los medios y mucho menos –¡Por Jesús, se los juro!— cortarle la cabeza a los comunicadores y dejarlos en la calle.
Claro que ni Gina, y menos Javier Duarte, han de creer semejante deslinde. Dicho por el gremio, corroborado por los mismos directivos, la prensa sabe de qué tamaño es la prepotencia de Gina para joderse a los periodistas incómodos, perseguirlos, acosarlos y finalmente marginarlos hasta obligarlos a emigrar de Veracruz o dedicarse a lo que sea, menos a informar. Entre ella y el crimen organizado no se sabe quién es peor.
Duarte y Gina, o Gina y Duarte, que para el caso es lo mismo, uno desgobierna y la otra le ayuda, han hecho de Veracruz tierra inhóspita para el periodismo crítico. Verónica Danell lo sentencia con una frase: “No se puede hacer periodismo con Javier Duarte”.
Verónica Danell lleva dos. Dejó XEU, la radio de la familia Pazos, por presiones de la vocera del gobernador, presumiblemente porque fue el cobro de una factura de campaña, cuando hacía lo que todo periodista decente debe hacer: informar, analizar, criticar y exhibir los negativos de quienes aspiran a gobernar Veracruz, pues eso permite saber la clase bichos que llegan al poder.
Otra periodista acosada, hostigada por el minigobierno priísta de Javier Duarte, es Marijose Gamboa, a quien también Megacable le cerró las puertas por presiones de Gina la Tirana. Su pecado había sido mantener una línea crítica, pero documentada; hablar sin matices, como lo pide la sociedad y como lo exige el periodismo democrático; ponerle los acentos a los temas de interés público. Obvio, esa fórmula no encaja en el esquema de control mediático que distingue al gobierno de Duarte, de escasa efectividad pues los millones que le dan a la prensa escrita, a la radio y a las televisoras es dinero tirado al caño cuando los estallan los escándalos que protagoniza el gordobés y queda exhibido como el peor gobernador del país.
Marijose no se calló cuando el crimen organizado arrojó 35 cuerpos a los pies del monumento a Los Voladores de Papantla, ni cuando aparecieron otros 30, y otros 14, y en suma un centenar en octubre de 2011, cuando Javier Duarte presumía que de la seguridad se encargaba él y miren qué desmother le ocasionó a Veracruz, hasta rendirse y poner en manos del Ejército y la Marina el problema de la violencia que heredó de su padrino, titiretero y patrón, Fidel Herrera Beltrán.
Javier Duarte, pues, es una contradicción. Ni protege a los periodistas ni entra en su código mental el concepto de libertad de expresión. Tener 30 periodistas exliados, entre ellos Andrés Timoteo del diario Notiver, nueve asesinados, tres desaparecidos y decenas de perseguidos, acosados y amenzados, no tiene mérito para que se premie y menos para que lance discursos que exalten la libertad de expresión, cuando lo suyo, lo suyo, es la mordaza.

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