viernes, 27 de julio de 2012

LO QUE VIENE


En toda democracia es permisible a los candidatos llevar a los tribunales electorales sus inconformidades sobre la contienda en la que hayan participado. Sin embargo, a pesar de  que, de acuerdo con la legislación y normatividad vigentes, las impugnaciones formuladas por los partidos de las izquierdas carecen de sustento y alcance para invalidar la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador continúa expresando su disconformidad sobre los resultados, que no le favorecieron.
El asunto resulta insalvable: cuando el Tribunal Federal Electoral califique la elección y, como se aprecia, apruebe tanto la legalidad, como la legitimidad de los comicios, AMLO continuará protestando y hablando de fraudes, intoxicando con ello a la sociedad, convirtiéndose en un lastre para sus partidos, e iniciará un nuevo recorrido por todo el territorio nacional, con la mira puesta en la elección de 2018. AMLO está convencido de que el que persevera alcanza y que la tercera es la vencida. Sabe además que para seguir vigente, él y sus incondicionales continuarán pataleando. Es lo suyo.
Las elecciones presidenciales se ganaron con un amplio margen de 3.5 millones de votos, que no es cosa menor, si tomamos en cuenta que hace seis años la diferencia entre el primer lugar (FCH) y el segundo (AMLO) fue de menos del uno por ciento, y ahora la diferencia es de casi 7%.
La mejor oferta política y el compromiso de Enrique Peña Nieto, resultaron convincentes para la ciudadanía. Empero las fuerzas opositoras  propician un ambiente de confusión  que derive en fragilidad, endurecimiento e ingobernabilidad, para debilitar la imagen internacional de México y de su próximo presidente. Los operadores políticos del nuevo gobierno, tienen mucho trabajo por delante.
En los doce años del PAN en la Presidencia de la República, se pospusieron los cambios y transformaciones que la sociedad mexicana esperaba y las estructuras gubernamentales quedaron casi intactas, con un desproporcionado incremento en la burocracia de cuello blanco y los gastos correlativos. El rezago de los dos sexenios panistas, acumuló más miseria, pobreza, desempleo, inseguridad, corrupción, impunidad e incertidumbre. Se presumen éxitos macroeconómicos, cuyos beneficios no llegan a las mesas y bolsillos de las familias mayoritarias, que ya carecen de orificios para apretarse más el cinturón. Algo anda mal. Habría que cambiar los paradigmas (*).
El hecho irrefutable es que el crecimiento del PIB fue de sólo 2% anualmente entre 2001 y 2011 –extremadamente pobre para el potencial de México, aseguran los expertos- en tanto que en ese periodo crecieron: Perú 5.8%, Argentina 5%, Chile 4.1%,Brasil 3.6%. Es cierto que la deuda pública mexicana en relación al PIB es menor que la que tienen países como Estados Unidos, Alemania y Japón, pero la cuestión es ¿y eso de qué nos ha servido, si no crecemos y la planta productiva desmantelada? Los operadores económicos del nuevo gobierno, tienen grandes retos por delante.
En contra de lo que afirman las profecías catastróficas mal intencionadas, que aseguran el regreso del autoritarismo del viejo régimen, Peña Nieto se ha propuesto un gobierno de grandes transformaciones y cambios profundos en las estructuras económicas, políticas, sociales y gubernamentales de México, en todos los ámbitos, esferas y niveles. No tenga la menor duda, las reformas estructurales se llevaran a cabo, contra viento y marea, aplicando la política, el diálogo y el convencimiento. Los políticos priístas que llegan al Congreso, saben y conocen su oficio a la perfección.
Asimismo, el regreso del PRI no significará el retorno de los dinosaurios. No es una tarea fácil lograr de la noche a la mañana el cambio priísta en una cultura muy arraigada, sin embargo, los que lo conocen aseguran que Peña Nieto gobernará con el ejemplo, con transparencia, honestidad, tolerancia, libertad de expresión, participación ciudadana y un equipo plural e incluyente, integrado por políticos profesionales, experimentados, eficaces, con imaginación, nuevos paradigmas y una nueva forma de gobernar.
Desde luego, el calificativo dinosaurio no se refiere a la edad, también hay dinosaurios jóvenes (autoritarios, prepotentes, arrogantes, excluyentes, petulantes, sobrados). Empero el candidato ganador ha demostrado en los hechos ser un hombre de estado sensible a las demandas y preocupaciones de los mexicanos con fuertes convicciones democráticas y compromiso con las libertades, la pluralidad y la tolerancia.
Ya veremos. 
José Sánchez Talavera

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