viernes, 27 de julio de 2012

MENSAJE DE LUIS H. ALVAREZ AL PRESENTAR SU LIBRO


MÉXICO, D.F., 26 de julio de 2012.

Palabras de don Luis H. Álvarez, Consejero para la Atención a Grupos Vulnerables de la Presidencia de la República, durante la Presentación del Libro Corazón Indígena: Lucha y Esperanza de los Pueblos, que tuvo lugar en esta ciudad.

            Muy estimado licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de México.

            Querida Margarita Zavala.
  
            El Libro Corazón Indígena, es testimonio de una de las experiencias más significativas en mi actividad política: la que se vincula con la resistencia y lucha de los pueblos originarios para preservar su cultura y hacer valer sus derechos.

            La apertura a la democracia fue un objetivo que determinó mi decisión de involucrarme en el ámbito político, pese a la mala fama que tienen, tenían, quienes participaban en ese quehacer tan incomprendido, como necesario.

            Teniendo oportunidades de las que otros habían carecido, me sentí obligado a aportar un grano de arena en el cambio que consideraba indispensable. Así fue como entré a la política.

            Al conocer cada vez más el país, me di cuenta de que la marginación presenta distintos estadíos, desde la exclusión económica y social, hasta expresiones diversas de intolerancia.

            Si muchos ciudadanos sentíamos lastimados nuestros derechos cívicos, qué podrían pensar o sentir los pueblos indígenas, que sobre sí cargaban siglos de discriminación y oprobio.

            Muchos años habrían de pasar para que, en forma dramática, sus demandas de justicia se impusieran en la agenda política nacional.

            Ese firme llamado a la conciencia, tuvo lugar con la irrupción del EZLN, el 1 de enero de 1994.

            Por azar del destino, pronto me vi inmerso en el tema, el cual dio sentido a mis propios afanes y quehaceres.

            Como Senador, fundé la Primera Comisión de Concordia y Pacificación, COCOPA, y, posteriormente, al ocurrir la transición democrática, fui Coordinador para el Diálogo y la Negociación en Chiapas.

            En 2006, el Presidente Felipe Calderón, quien nos honra con su presencia, me dio la oportunidad de dirigir la CDI, en la que pude hacer extensiva a los diversos pueblos originarios del país la experiencia vivida en Chiapas. Eso marcó mi vida.

            Así, consta en las páginas de este libro Corazón Indígena, hechos relativos a esos episodios vividos con los pueblos originarios de México, a los que siempre tendré presentes en mi corazón y pensamiento.

            Señoras y señores:

            México tiene por delante la gran tarea de construir y fortalecer su proyecto de Nación. Para ello, es indispensable el apuntalamiento de su democracia, con base en una política incluyente, que considere la pluralidad interna como riqueza y no como problema a resolver.

            Ese problema debe hacer justicia a los pueblos indígenas, descendientes de los dueños originarios de lo que hoy es nuestro país.

            Por lo tanto, el mejoramiento de sus condiciones de vida debe continuar como uno de los temas prioritarios para el Gobierno de la República y para la Nación en su conjunto, ya que el poder de la ciudadanía no sólo se mide en votos, sino, también, en su capacidad de diseñar políticas orientadas a su bienestar.

            El reto, es ser ciudadanos de tiempo completo. Por ello, con su ejemplo de dignidad y de perseverancia, los pueblos indígenas nos recuerdan a todos que la lucha por valores democráticos es permanente y no admite claudicaciones.

            Termino, recordando las palabras de Octavio Paz, en su libro El Laberinto de la Soledad, y cito: Quien ha visto la esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres. Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. En cada hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro hombre. Fin de la cita.

            Yo he visto en las comunidades indígenas de nuestro país los rostros de hombres, mujeres, jóvenes y niños que no se rinden en su orfandad, ni se abandonan en su soledad.

            He visto la manifestación visible de que la desesperación esperanzada de que habla Paz, está entre nosotros, y, con ella, la posibilidad de volver a ser otros. Mejores, por supuesto.


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